Conferencia en la Universidad de Tel Aviv

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Israel.  3 de febrero 2009 a las 18 horas. Universidad de Tel Aviv.

La Polaca, una historia de novela: inmigración, rufianes y esclavas a comienzos del siglo XX.

Myrtha Schalom

Gracias a Amigos de Habla Hispana de la Universidad de Tel Aviv, a su presidente Guillermo Sverdlin, a Grupo Editorial Aurora, al periodista Mario Wainstein y a todos ustedes. 

Algo de historia para entrar en tema:  Desde 1870 en adelante hasta la Primera Guerra Mundial la población de Argentina aumentó por la ola inmigratoria de europeos, que en su mayoría, vinieron atraídos por la Ley de Colonización dictada después. No sólo colonos, artesanos, obreros, intelectuales desembarcaron empujados por el hambre, las persecuciones raciales y religiosas; también lo hicieron proxenetas entusiasmados con la oferta de cuantiosas ganancias por el alto porcentaje de hombres solos.    

Dado el creciente negocio sexual, en el año 1875 se reglamentó el funcionamiento de las  “casas de tolerancia”.  Las “tasas” pagadas por sus dueños  engordaron las arcas de los municipios, pero también comenzó la pulseada entre el proxenetismo “legal y clandestino”.  En la misma época llegaron también mujeres sin idioma ni educación, engañadas por los caftenes o sabiendo a qué venían.  Con ellas se poblaron prostíbulos y calles de ciudades puerto, como Buenos Aires o Rosario.

Milonga de Balvanera


Las pupilas “registradas”  sólo podían salir a la calle en días y horas fijados acompañadas por la regente o madama. Les estaba prohibido exhibirse en puertas y ventanas.  Estaban sujetas a semanales revisaciones uterinas en los Dispensarios y eran puestas en cuarentena ante la sospecha de cualquier enfermedad venérea. Dicha norma  se cumplía para evitar contagiar a la clientela, sin tener en cuenta, que eran los clientes quienes desaprensivamente les transmitían una nueva infección. Tampoco se les permitía tener con ellas a sus hijos (en tiempo de exagerada exaltación de la maternidad). Se les prohibió tener otro domicilio que el del prostíbulo. Además, - cito Reglamento - “su condición de ramera sólo era redimible por matrimonio ó residencia prolongada en casa honesta“. Si la mujer se alejaba del burdel era denunciada, declarada prófuga y devuelta.
Coincidentemente con la puesta en marcha de esa reglamentación, se llevó a cabo en Liverpool el primer Congreso Internacional contra la Trata de Blancas (“de blancas”, para diferenciarla del comercio de esclavos negros, aún vigente en aquellos tiempos). En éste y otros encuentros que fueron convocados con bastante regularidad se ponía de manifiesto que los representantes de los países europeos se interesaban, sobre todo, por el destino de sus propias mujeres. En los planteos contra la trata, no se cuestionaba la demanda sexual masculina para explicar el fin que les esperaba a esas inmigrantes. En vez de reconocer su complicidad, los europeos consideraban que la raíz del problema había que buscarla en la vulnerabilidad femenina y en la inmoralidad de las sociedades anfitrionas. 
En Londres, la Asociación Judía para la Protección de Mujeres y Niñas, seguía de cerca y denunciaba el auge de la remonta de mujeres hacia América, por organizaciones de rufianes.
Un recurso favorito de los tratantes era atraer a sus víctimas con la promesa de un buen matrimonio. Certificados de casamiento religioso fraguados posibilitaban la entrada al puerto de Buenos Aires. Como la ley argentina establecía la subordinación de las mujeres a sus esposos y el derecho a administrar sus bienes, los “esposos – rufianes” rara vez tenían problemas para obligar a su mujer a “trabajar” en el burdel y recibir ellos el producido.
A diferencia de otras colectividades, los judíos tenían identificados a muchos de los proxenetas - (sus impuros “tmeim”, en ídish) -, obligándolos a mantenerse apartados de sus instituciones sociales y religiosas. No les permitían participar en comisiones directivas, ni acceder a los teatros en idish, y más aún, se les había prohibido el entierro en cementerio comunitario.  Por tales razones, los proxenetas se agruparon también en una organización que los hiciera fuertes y confrontar con quienes los aislaban Fue así que en mayo de 1906 conformaron la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia con personería jurídica otorgada en Avellaneda, provincia de Buenos Aires.  Bajo esa fachada aparentemente legal, realizaron sus actividades delictivas: tráfico y explotación de mujeres traídas de Polonia, Rumania, Hungría, Ucrania, Rusia.
Reiteradas denuncias de dirigentes de la colectividad ante funcionarios del gobierno nacional no dieron resultado debido a la  connivencia entre rufianes con políticos, funcionarios de la Policía, Municipalidad y Migraciones. 
Ya en 1895 se había conformado una representación en Buenos Aires de la Asociación Israelita para la Protección de Mujeres y Niñas, con sede en Londres. En el año 1908, se constituyó, entre otras, la sociedad Juventud con el propósito de actuar contra proxenetas de su mismo origen y en 1912, el entonces diputado nacional doctor Alfredo L. Palacios animado por dicha sociedad, proyectó la primera ley en América contra el tráfico de mujeres, sancionada  siete años después,  pero con tantas modificaciones posteriores que resultó ineficaz.
En 1928, la presión conjunta de la comunidad judía apoyada por el ministro plenipotenciario de Polonia en la Argentina, obligó a que la sociedad de proxenetas renunciara a su denominación social “Varsovia”.  Sin embargo, ésta continuó operando sin restricciones, bajo el nombre de Zwi Migdal.
Denuncias en comisarías hechas por mujeres explotadas nunca habían llegado a los estrados judiciales.  Dentro de la misma Policía  prestaban servicios delincuentes y traficantes europeos que venían “con la única finalidad de ingresar a esa dependencia  para ejercer mejor su oficio de agentes de la prostitución” como  tan bien lo testimonió el periodista francés Albert Londres en su libro de 1927  “El camino de Buenos Aires”.
Pero  una pupila, polaca judía, se atrevió a romper el silencio en 1930 y habló. Su nombre, Raquel Liberman, salió a la luz de forma escandalosa en la sección policiales de los diarios. Mujer de vida airada la etiquetaron. Cinco líneas y una única foto del carnet que la señalaba como prostituta.
A partir de 1986 intenté devanar la madeja de su historia. Yo me preguntaba por qué los hombres se arrogaban el  derecho a etiquetarla tan ligeramente con aquel mote despectivo, relegándola más tarde al olvido. Los antecedentes: Su identidad argentina había quedado estigmatizada cuando la obligaron a inscribirse en 1924 en el Registro de Prostitutas de la comisaría séptima del barrio de Once.  A esa dependencia policial retornó cuatro años después, en 1928,  para solicitar la baja del Registro, pues había podido comprar con ahorros, su libertad. Sin embargo, un año y medio después, regresó a solicitar su reincorporación. Su extraña actitud movilizó al comisario Julio Alsogaray, que decidió estar alerta a los acontecimientos. Y no se equivocó.  Raquel Liberman había sido víctima nuevamente de un incalificable engaño. Se había consumado su matrimonio, fraguado por la Migdal, con José Salomón Korn para someterla a esclavitud, por segunda vez, como escarmiento y advertencia para las demás pupilas.
Lo que pasó durante el publicitado juicio lo detalló muy bien uno de sus actores: el comisario Alzogaray.  En su libro “Trilogía de la trata de blancas: Rufianes, Policía y Municipalidad”, editado en 1933 (cito abreviado): “El proceso judicial a la Zwi Migdal llegó a su máxima efervescencia el 27 de septiembre de 1930, día en que el doctor Rodríguez Ocampo dictó la prisión preventiva de rufianes, porteras, concubinas, madamas, etc. - ciento ocho en total – y ordenó la captura de los prófugos, cuyo número alcanzaba a trescientos treinta y cuatro. Los fundamentos del auto fueron terminantes. En la voluminosa actuación de más de cinco mil fojas, ninguno de los imputados había podido demostrar que tenía medios lícitos de vida. A pesar de la evidencia, sus abogados defensores apelaron en segunda instancia.
La difusión que se dio al juicio impulsa a pensar que además del hecho delictivo hubo un trasfondo antisemita. Recordemos que el 6 de setiembre de 1930 devino el golpe de estado impregnado con ideas fascistas. Por otro lado,  la comunidad judía prefirió silenciarse por temor a las represalias. La mala acción de un judío involucra a todos los judíos.

Víctor Mirelman abrió interrogantes acerca de la rígida postura de la colectividad con respecto a los rufianes. En su libro “En busca de una identidad” Mirelman se pregunta: “Por qué una separación tan cuidadosa? ¿No hay en todo grupo o comunidad un sector complementario de delincuentes? ¿Por qué los franceses, españoles o italianos, no combatieron a sus connacionales involucrados en el tráfico, tal como lo hicieron los judíos? ¿Por qué las instituciones judías no erradicaron a otros delincuentes o transgresores que evidentemente habrán tenido?  La historia judía abunda en expulsiones y reasentamientos.  Cuando se radicaron acá, el deseo de los judíos era merecer la aprobación del sector mayoritario.  Su impulso de separarse surgió del temor a ser identificados con un número relativamente grande de traficantes, y a ser absorbidos por éstos. Los judíos deben siempre “hacer más” para ser admitidos como iguales, como señalara Jean-Paul Sartre. 
En un acta de la Jevre Kedishe de1898, actual AMIA, los integrantes de su Comisión Directiva dejaron constancia del  rechazo a la contribución ofrecida por los tmeim para la adquisición de un predio y así concretar el asentamiento del primer cementerio judío en Buenos Aires. La comunidad organizada se mantuvo firme en su total exclusión de los tmeim. Entonces, éstos obtuvieron un permiso municipal y levantaron su propio camposanto en Avellaneda.

El 27 de enero de 1931, en plena feria judicial y en un acto desprolijo e inescrupuloso se revocó el auto de prisión preventiva  oportunamente dictado por Rodríguez Ocampo y los proxenetas salieron en libertad con este  fundamento: “las mujeres no habían asumido jurídicamente el papel de víctimas”, vale decir que de las pruebas examinadas no surgía (!) que se las obligara a ejercer la prostitución.” 

De la simple lectura del dictamen, se comprueba que los honorables integrantes de la Cámara de Apelaciones, no se tomaron el trabajo de leer con minuciosidad el expediente y sentenciaron que no se había podido comprobar la asociación ilícita de los detenidos. Por lo tanto declararon la libertad de los mismos, salvo la de José Salomón Korn.
Gracias a una casualidad (aunque yo no creo en casualidades), setenta años después del escandaloso juicio desentrañé la verdadera historia de la heroína y su estrategia.
En 1993, fui invitada a un programa de televisión “Siglo XX, cambalache” para hablar de prostitución y la Zwi Migdal. Durante la entrevista exhibí la única foto de Raquel publicada hasta ese momento.  La misma que en el año 1930 mostraron los diarios.  Esa foto tuvo derivaciones insospechadas para mi y para otros.

A los pocos días de emitido dicho programa, Raquel Romeo se contactó conmigo. Había reconocido en la pantalla a su abuela. Después comprobé que era realmente nieta de la Liberman.  A partir de ese momento, ella, su hermano Horacio y yo, desentrañaríamos un doloroso secreto familiar. 
Sor Juana Inés de la Cruz en el 1500 necesitó desdoblarse tras las paredes de un convento para ejercer su libertad de pensamiento y expresarse, cito fragmento de una de sus epístolas: “No soy yo la que pensáis, sino es que allá me habéis dado otro ser en vuestras plumas y otro aliento en vuestros labios y diversa de mí misma, entre vuestras plumas ando.  No como soy, sino como quisisteis imaginarlo.”
También Raquel Liberman, pupila por años en prostíbulos, necesitó desdoblarse para preservar el tesoro más preciado: su familia.
Ocultó al comisario y al Juez su  verdadero estado civil. En la denuncia consignó ser soltera, sin familia en el país, que había sido traída de Lods por Jaime Cissinger con promesa de matrimonio y engañada, la obligó a servir en el prostíbulo de Valentín Gómez 2888.
Los nietos buscaron y encontraron su pasaporte, documentos y correspondencia en idish.  Entonces,  pude reconstruir un período oscuro de su historia.  De lo encontrado en un arcón, surgió que Ruchla Laja Liberman  (así consta en el pasaporte) había nacido en Berdichev, Rusia y emigrado con sus padres a Varsovia. Allí se casó a los 19 años con Iaacov Ferber. Tuvieron un hijo, José. En 1921 emigró su marido a la Argentina y ella lo siguió un año y medio después.   En la foto del pasaporte de Raquel aparecen dos hijos. El mayor, José de apenas dos años y Moisés, dado a luz después que el marido partiera.
Fue una bendición que las cartas de Raquel enviadas, entre 1921 y 1922, desde Varsovia a su esposo Iaacov Ferber, en la Argentina, y viceversa,  no se hayan desintegrado, ni perdido legibilidad y que las fotos recuperadas mantuvieran su brillo. Son entendibles las razones por las que fotos y cartas hayan permanecido abandonadas. Éstas habían sido escritas en ídish, un idioma que los hijos de Raquel Liberman al crecer, no conservaron. El ídish, posiblemente representaba para ellos una opresiva relación con el escandaloso juicio y con el terruño donde habían nacido. Un estigma que prefirieron negar. Además, sus primeros años transcurrieron alejados de su madre, en Tapalqué, provincia de Buenos Aires, donde ni siquiera había un jéider.
El aspecto más noble de Raquel ya se intuye en el trazo prolijo de su caligrafía, el estilo pulido, claro y vibrante, en el uso correcto de la gramática, en referencias a la historia y festividades judías. En general, las cartas transmiten su esperanza de vivir feliz en un país que les ofrecía múltiples oportunidades de progresar. Del mismo modo expresan incertidumbre frente a su futuro en tierra extraña: ¿cómo es la vida allá, en Argentina? preguntaba.
De los dos, la más fuerte parece ser Raquel, con su carácter categórico e insistente.  Ella intuía el peligro que acá amenazaba a su esposo, por su frágil salud, y la desesperaba llegar.  Eso explica su constante insistencia por recibir el dinero para los pasajes.

La familia se fue a vivir a Tapalqué, provincia de Buenos Aires, en casa de una hermana del marido, de nombre Elke, casada. Pero Raquel enviudó a los tres meses de estar allá. Sus cuñados la enviaron a Buenos Aires y dejaron a los niños al cuidado de una vecina.
Mi pregunta en el transcurso de la investigación había sido: ¿cómo y porqué  había caído Raquel en las redes de la Migdal? La respuesta la hallé en los diarios de 1930.  Su cuñada Elke había sido detenida y figuraba entre los socios de la Migdal y su marido Mauricio Milbroth, también.  Por supuesto, informé a sus nietos del hallazgo y comprendimos el porqué del secreto familiar. Eran parientes los demonios que la empujaron a “la mala vida”.  Deduje el porqué se había declarado soltera y sin familia en el país. Así pudo proteger a los niños del ensañamiento de la sociedad y los preservó de una futura venganza de los caftenes.
En 1934 intentó conseguir la visa para Polonia y huir con los hijos del escarmiento de sus captores. Pero no lo logró. El permiso de viaje se demoró por su exposición pública en el juicio y ella falleció el 7 de abril de 1935. Tenía 35 años.  Lamentablemente, no pude identificar su tumba entre las otras muchas destruidas en el llamado cementerio rufián, que albergó a los muertos polacos de la Zwi Migdal y a los de la Sociedad Askanasum de proxenetas rusos y rumanos, ubicado en Avellaneda, antes Barracas al sud, provincia de Buenos Aires.
En homenaje a su memoria digo: “No hay muerto más muerto que aquél que no evocamos.”


Yo no creo en las casualidades. Aquel programa de televisión de 1993  fue la punta del ovillo para desentrañar el misterio que rodeaba a Raquel Liberman. Entonces, pude escribir el final de la historia.  La realidad había sido tan cruel con ella, que elegí  contarla como novela y es lo que hice.


Leyes contra el tráfico y la trata de personas: hoy igual que ayer

Con el cierre de los prostíbulos impuesto por la Ley 12.331 de Profilaxis de Enfermedades Venéreas sancionada el 17 de diciembre de 1936, el comercio sexual adoptó diferentes modalidades  y el tráfico y la trata se expandieron: saunas, prostíbulos encubiertos, agencias de modelos y acompañantes, taxi boys, avisos en el rubro “servicios” de la sección clasificados de los diarios, ofrecimientos por Internet, etc.  El control de tan vasto universo quedó sujeto a las disposiciones emanadas de edictos policiales que dieron lugar a situaciones de abuso de poder.
Históricamente, la trata remite a la condición de esclavitud, de explotación sexual forzada y/o de explotación laboral. Indudablemente existe una gran brecha de poder entre las organizaciones criminales que llevan adelante el reclutamiento, traslado y explotación de seres humanos y la vulnerabilidad de las víctimas. Las redes organizadas tienen un enorme predominio económico y cuentan con elementos de alta tecnología, amén de  la complicidad de funcionarios públicos o privados.
En el otro extremo están las víctimas, que pertenecen a sectores de menores ingresos, que no han tenido acceso a determinado nivel de educación y que provienen de familias con limitadas posibilidades de acceso a la Justicia.
El Estado debiera hacerse presente con programas de prevención y castigo para llevar adelante la lucha contra la trata.
La flamante ley Anti Trata argentina hace una diferenciación entre las víctimas mayores y menores de 18 años, por la cual las víctimas mayores de la trata de personas son quienes deben entregarle al juez las pruebas de que fueron obligadas a prostituirse.
En algunos países han cambiado este punto tan conflictivo porque se dieron cuenta de que cuando se mantiene esta figura delictiva es muy difícil llegar a probar los casos de trata.
¿Por qué no se logran probar? Primero porque no se denuncian. Luego, porque hay que hacer todo un abordaje intensivo con la víctima que logra escapar de la red de trata para que vuelva a confiar en la sociedad. Y si la víctima es quien debe probar el engaño o la coacción, la seguimos mortificando con el agregado de que el proxeneta tiene penas mínimas, pagará una fianza y quedará en libertad.
La Argentina ha ratificado con su firma la Convención de 1949 contra la Trata de Personas y también en la Convención de Belem do Pará, el compromiso de prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la Mujer, aprobada en la Asamblea General de la OEA del 9 de junio de 1994.
Por último, el 9 de abril de 2008 fue aprobada en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación la Ley de Trata, desoyendo voces autorizadas como la de Sara Torres, de la Red No a la rata y presidenta de la Coalición Internacional contra la Trata de Personas.  Cito: “Toda definición de trata debe decir claramente que el delito se configura aunque la víctima haya prestado su consentimiento, cualquiera sea su edad.” ... “La trampa es presumir la inocencia del traficante poniendo la carga en la víctima, por lo que la ley se vuelve ineficaz para perseguir al delincuente. ...“Los proxenetas y explotadores son delincuentes por sus acciones y no por hechos o condiciones de la víctima”.









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